Creo firmemente que la confianza es un valor inexistente. Quiero decir que como concepto está bien y eso pero… ¿Quién coño es capaz de confiar en alguien, así, a pies juntillas? Yo, por no ser capaz, ni siquiera soy capaz de hacerlo en mí mismo. Ya sé que decir algo así suena a ser un perdedor y eso pero es que yo tampoco creo en los triunfadores. ¿Quién establece los parámetros del triunfo?, quiero decir, que se puede triunfar por haber ganado mucho dinero y follar con muchas titis y tener un yate y un coche con un montón de caballos y cosas así, pero… ¿de qué sirve eso si te mueres de cáncer a los cuarenta? No sé si me explico… ¿Se puede considerar triunfo morir rico a los cuarenta?
Se preguntarán ustedes a que viene que les cuente todo esto. En realidad ni yo mismo lo sé, es probable que no sea más que un absurdo intento de justificarme pero, oigan, ¿quién coño no se excusa a uno mismo? ¿Quién no ha traicionado alguna vez a un amigo, a un padre, a un hermano, a un Maestro o a un compañero de trabajo, por poner ejemplos de gente cercana, que te puede importar, llegado el caso? Si encuentras ustedes a alguien, díganmelo porque lo propongo de inmediato para la canonización o algo así. Lo que está claro es que, llegada la hora de su muerte, habría que conservar su cadáver momificado en una urna, a la vista de todos, como el de Lenin, con un letrero en la base que dijera: “Este tipo nunca traicionó”. Seguro que como atracción no tendría precio. Ya imagino a gente llegada de todos los extremos del mundo a ver la cara del tipo que nunca traicionó a nadie.
¿Por qué nos cuesta tanto entender que la traición forma parte esencial de nuestra naturaleza? ¿Por qué lo tenemos que ver como un defecto? Vamos, que comprendo el rollo de la convivencia y la sociedad y la teoría de juegos y todas esas cosas que filósofos, científicos y eruditos ocasionales gustan de decir cuando buscan una explicación que justifique como somos (¿No les dije que siempre andábamos buscando excusas?) pero, oigan, sin que ello signifique negar nuestros más bajos instintos, que los tenemos y que los denominamos bajos, supongo que porque entendemos que hay otros que son altos… e inexistentes, como sucede con la lealtad.
Cuando yo me suicidé no sabía nada de esto, de lo contrario ni se me habría pasado por la cabeza semejante majadería. Lo he aprendido con el curso de los años. A mí se me catalogó como traidor y ya casi nadie quiso saber nada de mí, solo lo justo para vilipendiarme. Pocos fueron los que se interesaron por mi figura y lo que representé hasta que decidí extender las manos, coger las trece monedas y señalar el lugar en el que debían buscar. Pero ¿qué me dicen de Pedro, que negó tres veces, todo por salvar su culo? A él no se le recuerda por ser un miserable traidor ni nada de eso. Quizás sea que yo cometí la majadería de suicidarme (quizás, en realidad, lo hice porque era mejor persona que Pedro y sentí remordimientos) y que él fundó la iglesia católica. No sé, puede que si yo no me hubiese colgado de un árbol y, en vez de ello, hubiese corrido a llorar al lado del Maestro la historia hubiese sido distinta. ¿Quién sabe? Al fin y al cabo Él era magnánimo.
Pero está claro que si algo de eso hubiese sucedido yo no hubiera llegado a conocer a Lucifer, que es un tipo con las ideas claras, que vive acorde a lo que es y a su verdadera naturaleza.