“Profecía del Búfalo Valiente. Nación Sioux (extracto)
El Sagrado Aro muestra cómo todas las cosas entran en un círculo. Lo viejo se vuelve nuevo; lo nuevo se vuelve viejo. Todo se repite.
La cultura tiene sus raíces en la Tierra. Las personas sin cultura no existen por mucho tiempo porque la Naturaleza es Dios. Sin una conexión a la naturaleza, las personas flotan, crecen negativas, se destruyen.
El Gran Espíritu esta en todas las cosas, esta en el aire que respiramos, y La tierra es nuestra madre, lo que nosotros damos a la tierra, ella nos lo devuelve.”
El hombre blanco quiere que abandonemos la tierra de nuestros ancestros, las colinas que me vieron nacer, que nos observan imperturbables desde que el primero de los Oglala cazó búfalo bajo su viento. Hostigan a nuestro pueblo, humillan nuestra cultura.
Makhpyia-luta* ha perdido su fuerza, no quiere más guerra y da por buenas las palabras del rostro pálido. Ya no recuerda Sand Creek; enterró el recuerdo junto con su hacha. Envejecerá confinado en el lugar que otros decidieron. No sabe que para el blanco la pipa nada significa, que él mismo no es más que un viejo sin patria.
La codicia es insaciable y cruel. Fue un metal amarillo lo que les trajo hasta las colinas negras, nuestro último reducto. Quieren profanarlas como profanaron nuestra caza y nuestras llanuras, sin dar nada a cambio, sólo nuestra sangre. Un metal no vale una vida del mismo modo que una vida no vale un metal. El Gran Espíritu grita, la madre tierra gime. Si yo no escucho a aquel que me alimenta y me cobija, ¿quién soy? Si dejo que la codicia prevalezca y no escucho a mi madre ¿dónde reposará mi espíritu cuando mi hora llegue?
Cuando apenas era hombre soñé que montaba sobre un caballo salvaje, que giraba nervioso, que me guiaba a la batalla. Un rayo de fuego y granizo surcaba mi cara y mi lanza de guerra se alzaba hacia las nubes. Fue cuando mi padre me dio su nombre, Tasunka witko**, cuando me dijo que nunca sería vencido en la batalla. Muchas lunas han pasado y mucha sangre ha corrido pero el aro sagrado todavía no se ha cerrado.
El día es tibio y mi sueño ha sido plácido. La visión regresó anoche desde el fuego de mi hogar: un caballo salvaje que galopa a la batalla, que guía a todo un pueblo, inyectado de valor, orgulloso de la sabiduría que no está escrita, esa solo prevalece en nuestra memoria y que morirá cuando el último de nosotros haya caído o se haya rendido.
Los rastreadores han regresado y hablan de rostros pálidos hasta donde la vista se pierde. Una nueva batalla se avecina. Sobre la loma se recorta la figura de un blanco de largos cabellos. Que el Gran Espíritu nos ayude, que la madre tierra nos dé fuerza, que el aro sagrado se cierre otra vez.
El veinticinco de Junio de 1876, Tasunka witko, al mando de tres mil quinientos guerreros (hunkpapas, sans arc, pies negros, miniconjou, brule, cheyennes, oglala, y un grupo pequeño de indios two-kettles y arikara), ayudado por la codicia y el ansia de gloria de un joven teniente coronel llamado George Armstrong Custer, venció en la batalla de Little Big Horn, masacrando al Séptimo de Caballería e infligiendo a los rostros pálidos la mayor derrota conocida a manos de unos ¿salvajes?.
* Red Cloud (Nube Roja)
** Crazy Horse (Caballo Loco)
El Sagrado Aro muestra cómo todas las cosas entran en un círculo. Lo viejo se vuelve nuevo; lo nuevo se vuelve viejo. Todo se repite.
La cultura tiene sus raíces en la Tierra. Las personas sin cultura no existen por mucho tiempo porque la Naturaleza es Dios. Sin una conexión a la naturaleza, las personas flotan, crecen negativas, se destruyen.
El Gran Espíritu esta en todas las cosas, esta en el aire que respiramos, y La tierra es nuestra madre, lo que nosotros damos a la tierra, ella nos lo devuelve.”
El hombre blanco quiere que abandonemos la tierra de nuestros ancestros, las colinas que me vieron nacer, que nos observan imperturbables desde que el primero de los Oglala cazó búfalo bajo su viento. Hostigan a nuestro pueblo, humillan nuestra cultura.
Makhpyia-luta* ha perdido su fuerza, no quiere más guerra y da por buenas las palabras del rostro pálido. Ya no recuerda Sand Creek; enterró el recuerdo junto con su hacha. Envejecerá confinado en el lugar que otros decidieron. No sabe que para el blanco la pipa nada significa, que él mismo no es más que un viejo sin patria.
La codicia es insaciable y cruel. Fue un metal amarillo lo que les trajo hasta las colinas negras, nuestro último reducto. Quieren profanarlas como profanaron nuestra caza y nuestras llanuras, sin dar nada a cambio, sólo nuestra sangre. Un metal no vale una vida del mismo modo que una vida no vale un metal. El Gran Espíritu grita, la madre tierra gime. Si yo no escucho a aquel que me alimenta y me cobija, ¿quién soy? Si dejo que la codicia prevalezca y no escucho a mi madre ¿dónde reposará mi espíritu cuando mi hora llegue?
Cuando apenas era hombre soñé que montaba sobre un caballo salvaje, que giraba nervioso, que me guiaba a la batalla. Un rayo de fuego y granizo surcaba mi cara y mi lanza de guerra se alzaba hacia las nubes. Fue cuando mi padre me dio su nombre, Tasunka witko**, cuando me dijo que nunca sería vencido en la batalla. Muchas lunas han pasado y mucha sangre ha corrido pero el aro sagrado todavía no se ha cerrado.
El día es tibio y mi sueño ha sido plácido. La visión regresó anoche desde el fuego de mi hogar: un caballo salvaje que galopa a la batalla, que guía a todo un pueblo, inyectado de valor, orgulloso de la sabiduría que no está escrita, esa solo prevalece en nuestra memoria y que morirá cuando el último de nosotros haya caído o se haya rendido.
Los rastreadores han regresado y hablan de rostros pálidos hasta donde la vista se pierde. Una nueva batalla se avecina. Sobre la loma se recorta la figura de un blanco de largos cabellos. Que el Gran Espíritu nos ayude, que la madre tierra nos dé fuerza, que el aro sagrado se cierre otra vez.
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El veinticinco de Junio de 1876, Tasunka witko, al mando de tres mil quinientos guerreros (hunkpapas, sans arc, pies negros, miniconjou, brule, cheyennes, oglala, y un grupo pequeño de indios two-kettles y arikara), ayudado por la codicia y el ansia de gloria de un joven teniente coronel llamado George Armstrong Custer, venció en la batalla de Little Big Horn, masacrando al Séptimo de Caballería e infligiendo a los rostros pálidos la mayor derrota conocida a manos de unos ¿salvajes?.
* Red Cloud (Nube Roja)
** Crazy Horse (Caballo Loco)
2 comentarios:
Hola Kurtz, espero que te gustara la experiencia papyrus y que no te molestase mi comentario. A ver si puedo mandarte un milio pero es que anda liada como un ocho.
Un abrazo y buen finde!
Hola Fenix,
Como no me va a gustar si gané (no estoy seguro de que lo mereciera, creo que tu relato era mejor)
En absoluto me molesto ni tu comentario ni el de nadie. Yo también ando un poco liado.
Un abrazo
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