sábado, 8 de diciembre de 2007

Mar Cruel


Ojos que me miran de frente y me hablan de historias terribles tras de ellos, tan terribles como para haberse atrevido a llegar hasta ese punto en el que un fotógrafo los captó, llenos de miedo ante la inminencia de la muerte, de desesperanza al descubrir que el sueño es de cartón piedra, que ese mar de olas tranquilas que unos días antes se abrió ante ellos, plagado de sueños, brillante de luna llena, templado de verano que comienza, podía fácilmente convertirse en bestia hambrienta, que el sueño de un lugar en donde todo el mundo come a diario y tiene las mejores comodidades, es una celda llena de temores e incomprensión; o una tumba anónima en la que nunca nadie dejará flores. Me viene a la cabeza la noticia de hace unas semanas, quizá meses (¿quién sabe?), en la que diez de esos ojos que ahora existen, que son personas desde el mismo momento en que miraron a través de ese objetivo, se ahogaron a apenas unos metros de la orilla cuando se tiraron al agua pensando que ya habían llegado a tierra. Se ahogaron con el sueño todavía intacto, aún excitado en sus anhelos, dibujado ante sus ojos a tan sólo unas decenas de metros, con olas rompiendo sobre su orilla.

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Hace unos días me llegó una presentación por mail. No una de tantas que llegan cada día a lomos del correo electrónico… puede que para otros sea una más pero no lo fue para mí. Con una esplendida canción interpretada por Moby y Amaral al fondo, prologadas y culminadas con textos de Bennedeti, se reprodujeron ante mis ojos fotos de desesperación y desgarro infinitos. Correspondía a una colección que fue expuesta bajo el título, Nos queda la palabra, aunque en realidad debiera llamarse sobran las palabras, lo que sucede es que a la fotografía les acompañan textos de escritores y periodistas que, en mi humilde opinión, son del todo prescindibles.

Mirando esas fotos, me he dado cuenta de que esta madurez de la que últimamente hago gala con dudoso honor, que este acopio de responsabilidades al que me he sometido y que se ha convertido, de manera paulatina, en rutina de vida, me ha ido carcomiendo la sensibilidad; que he ido poniendo escudos para defenderme de las amargas dosis de realidad a la que soy sometido cada día, desde todos los frentes, desde por la mañana hasta caída la noche. En mi ineludible (no sé por qué) tarea de de informarme a diario, ancestral necesidad que he mamado desde los tiempos de mi infancia, me he ido acostumbrando a cuerpos desmembrados y sufrimiento ajeno, a poner una distancia sideral entre los problemas de los demás y los míos propios. Me he ido escudando en mi rutina, en mis propias preocupaciones, y doy por sentado el mundo tal y como está concebido así desde mucho antes de que yo pisara por primera vez el suelo bajo mis pies; y que nada, o casi nada, puedo hacer yo para cambiar los designios de la naturaleza en su conjunto. Cada día estoy más convencido de que lo mejor que puedo hacer es tratar de modificar mi entorno más cercano y hacerlo habitable y sereno para mí y los míos. Rompe frontalmente con los sueños de adolescencia en los que aún creía que frente a la injusticia se oponía una justicia posible y ciega, como se la supone, como debe de ser. Lo que sucede es que pocas son como debieran ser y que en función de la perspectiva una misma cosa puede adoptar múltiples verdades o mentiras. He ido poco a poco introduciendo matices en mi vida hasta diluir lo que consideraba verdad incontestable y finalmente hacer mía la que más me conviene, la que me hace sufrir menos. Eso no quiere decir que no contemple todas las posibles… es que he aprendido que da lo mismo e intento sufrir lo menos posible.

Eso no me impide, a veces, cada vez menos, pararme de vez en cuando a reflexionar, mirar a unos ojos como los que me trajo una presentación a través de mi e mail, y sufrir con ellos, darme cuenta por unos minutos, una vez más, de que este mundo es una mierda pinchada en un palo, que no hay esperanza más allá del horizonte. Y luego corro a refugiarme en mi rutina anónima, a la seguridad de lo mío, a mis preocupaciones.

Puede que todo esto que cuento suene insensible, de hecho lo es, son esas capas que me han ido creciendo, pero yo les animo a que miren hacia dentro y se pregunten si no los pasa a ustedes lo mismo, si no sucede, como en el poema de Bennedeti con el que culmina la presentación, y que nos señala a todos acusadoramente. ¿Será esa la verdad sin matices?

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Si cuarentamil niños sucumben diariamente
en el purgatorio del hambre y de la sed
si la tortura de los pobres cuerpos
envilece una a una las almas
y si el poder se ufana de sus cuarentenas
o si los pobres de solemnidad
son cada vez menos solemnes y más pobres
ya es bastante grave
que un solo hombre
o una sola mujer
contemplen distraídos el horizonte neutro

pero en cambio es atroz
sencillamente atroz
si es la humanidad
la que se encoge de hombros.

Mario Benedetti

Publicado en El Termo Impostado

8 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

Nos paramos ocasionalmente para reflexionar, adoptar gesto compungido y mantener nuestra conciencia tranquila sabedores de que a�n tenemos sensibilidad por las penalidades humanas. Sin embargo, poco hacemos e incluso, al ver ese tipo de noticias por televisi�n, cambiamos raudo de canal, como si la miseria ajena pudiera contagiarnos.
Para remate, nos autoenga�amos dici�ndonos que no podemos hacer nada y que todo debe ser solucionado a nivel estatal.
En fin, todos quieren salvar al mundo pero pocos al pr�jimo.
Un saludo.

Kurtz dijo...

Carlos... eres un cachondo. Yo copio y pego... pues tú también. :):):)

Lo que te dije... Tu frase última la de "todos quieren salvar al mundo pero pocos al prójimo" la podría haber firmado Quino por boca de Mafalda.
Saludos (Qué gracia me ha hecho lo del corta - pega)

Carlos Paredes Leví dijo...

Es que mi talento no da para m�s...
jajajaja

Gi dijo...

Pero la humanidad comienza con un solo hombre y una sola mujer contemplando distraídos el horizonte neutro

Kurtz dijo...

Carlos: No le eche la culpa a la falta de talento que no cuela :)

Laluz: Bienvenida. La humanidad comenzó en África, ese continente que ahora empuja desde la desesperación, como la que expresa la mirada del tipo en la foto. No sé si mirarían o no el horizonte neutro pero apuesto a que tendrían el rabillo del ojo puesto en que no les comiese un león :)

Anónimo dijo...

Siempre he considerado a un hombre un hombre y a una mujer una mujer a través de su capcidad de amar.

Kurtz dijo...

Obras son amores y no buenas razones. ¿No es cierto?. La capacidad de amar es tan subjetiva...

Anastasia dijo...

Impactante fotografía. Casi siento como mía su desesperación, su rabia, su ira. La acompaña un buen pensamiento como se merece.