lunes, 3 de marzo de 2008

Capitulo VI

Julia recorría arriba y abajo la pequeña estancia que era el salón de su casa. Jugueteaba impaciente entre sus dedos con la tarjeta que aquel inquietante extraño le dio en el tren a modo de despedida, hacía ya unos días. De vez en cuando se detenía y miraba fijamente al teléfono, luego a la tarjeta, labrada cuidadosamente en letras doradas ligeramente ladeadas, luego continuaba caminando apenas unos pasos para retroceder, moviéndose de un lado al otro como un animal enjaulado, sin nada mejor que hacer, sin saber en realidad que hacer; buscaba el valor de la decisión serena que le obligara a descolgar el auricular y marcar los nueve números que la separaban de su deseo, buscaba conciliar deseo y razón y se sabía condenada al fracaso. A pesar de ser una mujer resoluta, las dudas le asaltaban esta vez debido a la proximidad del abismo que era ese sentimiento inasible: Sabía ella, que una vez puesto en marcha en el reloj de los anhelos, sería imposible de apaciguar, que ya no habría marcha atrás, que se vería inevitablemente abocada a la fina cuerda sobre ese frío oscuro que conocía de sobra, por cuyo fondo ya se había arrastrado demasiadas veces. Siempre era lo mismo, conocía a la perfección todo el proceso pero, pensó, eso no era óbice para que lo repitiera, para que una vez más intentará romper el maleficio que le hubo perseguido desde su alumbramiento y que ella siempre quiso catalogar, desde mismo momento en que Epicuro ocupó un espacio de referencia en su vida, como un reto que se podía superar.

Finalmente descolgó el auricular, marco la ristra de números, tomo aire y resopló con la mirada ausente clavada en el techo, sabedora que el deseo y la intriga le habían arrastrado una vez más hasta ese punto en que la razón jamás hubiera querido acceder, pero segura de que aquel era el único modo de saber si su suerte cambiaría realmente algún día.

-¿Lucio?, soy Julia… Julia Sommerset, nos conocimos en el tren hace unos días…

12 comentarios:

Carlos Paredes Leví dijo...

C�mo bien dice: aqu�l era el �nico modo de saber si su suerte cambiar�a realmente alg�n d�a.
Ah, y falt� a�adir el temblor en la pierna y el cosquilleo en el est�mago.
Es usted una pluma de altos vuelos, Coronel. Un saludo.

Coronel Kurtz dijo...

Carlos: Lo tenía escrito y no encontré mejor momento que hoy para sacarlo. La historia continuará, como espero que también la tuya. te queda dedicado este capitulo.
Siempre agradecido

Carlos Paredes Leví dijo...

Coronel:
Co�o, que me emociona ����

Belén dijo...

Que tendrán las llamadas telefónicas que siempre ponen tan nerviosa? ;)

Besicos

Isabel chiara dijo...

Pienso en el tipo al otro lado del teléfono ¿sabrá algún día el desasosiego de Julia ante la indecisión? ¿sabrá del empujón final para marcar el número? ¿responderá como ella desea? Ya me dejó con las dudas Coronel! ahora que por fin había dejado de modérmelas.

Es un placer leerte. Un saludo

Kurtz dijo...

No te me emociones Carlos que se me cae el mito :):)

Digo yo, Belén, que dependerá de la llamada. No me imagino yo nervioso antes de llamar a mi madre :)

Isabel: Bienvenida. Intentaré resolver todas las dudas... lea el resto de capítulos y puede ser que alguna quede resuelta.

Abrazos y besos

Gi dijo...

Esto es un viaje sin retorno. Sí, es una frase hecha, pero es la verdad. Ahora, qué pasará?

La Mamba dijo...

Lo de la mirada clavada en el techo y el resoplido.... eso solo lo puedo escribir alguien que ha hecho una llamada parecida jejeje.

Ichiara: intuyo que Lucio estaba en otros menesteres y no es persona que piense en los sentimientos de los demás.

Kurtz dijo...

Luz: Intentaremos buscarle las vueltas al asunto pero lo que sí es cierto, eso te lo puedo adelantar, es que es un viaje sin retorno.

Mamba: ¿Quién no ha hecho alguna vez una llamada así?

Besos

Anónimo dijo...

Pues nada, a ello, ningún pánico al futuro, a Dios o a la puñetera muerte (la bicha ni nombrarla), vivan la playa y el viento; al teléfono que le den.

La sensibilidad ni siquiera es virtud, es arte.

Saludos para todos


Y a la señora de Ussia, que no se su nick 10.000 abrazos.

Anónimo dijo...

Desde luego el relato cada vez me trae más y más a la cabeza a una película de cine negro americano a la cabeza, ¡hasta el nombre de la protagonista no tiene nada que envidiar a una Laura Hunt o Phyllis Dietrichson! Enhorabuena por tantas palabras en el sitio adecuado Coronel, seguimos a la espera...

Kurtz dijo...

Remache. Como ya te he dicho por mail, espero verte por aquí y por blogs afines. Pasarás buenos ratos.

Querida Funámbula; Gracias. Se te echa de menos.

Abrazos