jueves, 26 de junio de 2008

Operación Tufo (Gracias Olive)

Hace algún tiempo que vi “Pequeña Miss sunshine”, una película sublime en la que con fino humor, agridulce -como a mí me gusta- se parodia la sociedad en que vivimos y sus valores. Siempre he sentido deseos de escribir algo sobre ella pero por unas u otras causas, quizás por pereza existencial o por temor a enfrentarme a la realidad que me envuelve, que no es tan diferente a la que la película retrata, no me he decidido hasta ahora, que me encuentro hilvanando temas en mi cabeza y me han venido a la memoria algunas de sus secuencias.

El argumento es sencillo. La casualidad -la puta casualidad- consigue juntar a seis miembros de una misma familia en una destartalada furgoneta Volkswagen, confabulados sin quererlo, en la consecución de un mismo objetivo: Llegar hasta California, desde el Este, para que la pequeña de la familia, Olive, una adorable y regordeta niña, de enormes gafas y sonrisa mellada, vea consumado el sueño de asistir a un prestigioso concurso de belleza para preadolescentes. En realidad ninguno de ellos, excepto Olive, tiene ganas ni intención de hacer el viaje, pero es la puta casualidad la que consigue, a través de diferentes circunstancias en cada caso, que se embarquen en una aventura que acabará por convertirse en una suerte de viaje iniciático, en el que cada cual encontrará su respuesta. Si no la definitiva, sí esa que les ayudará a dar algo de sentido a sus respectivas existencias.

Pierdo mi mirada en el televisor mientras mis pensamientos vuelan lejos, justo en dirección opuesta…

…pensamientos al hilo de lo que el hipnótico aparatuelo despliega ante mis ojos. Todavía no he encontrado mejor método para divagar que fumarme un canuto y poner un programa absurdo, de esos a los que se le puede sacar punta sin demasiada esfuerzo. Me escapo a lomos de mis pensamientos porque de lo contrario correría serio riesgo de quedar lobotomizado -más aún, si cabe- ante tanta sandez junta. Hoy ha tocado ver Operación Triunfo. Hace miles de años que no veía ninguna de las galas, creo que desde que Rosa (esa que estaba en la cola de gargantas cuando dios repartía cerebros) ganó el concurso. En general ninguno de estos concursos me despierta la más mínima curiosidad, aunque hay que reconocer que todos ellos son la perfecta expresión del vacío en el que vivimos la mayoría de nosotros. Casi, más que vacío, debiera decir desamparo.

Apoltronado en el sofá observo atónito como desfilan los cantantes uno tras otro, como clones a los que han ido modelando poco a poco, clase a clase, hasta convertirlos en caricaturas televisivas, en personas aptas para el show-bussiness. Antes de cantar, los entrevista un desgastado Jesús Vázquez, que despliega una simpatía tan natural que parece impostada, que sólo puede ser impostada, que coño. Después de cantar los juzga El Jurado… así, con mayúsculas. De entre los miembros de El Jurado despunta un tal Risto, que es sin duda mucho más listo que los demás. Al menos él debe de estar convencido de ello a juzgar por su actitud chulesca de malo malote cascabelote.

Todo es tan chachi piruli que estoy apunto de apagar la tele e ir a cortarme las venas. Menos mal que aún queda canuto por fumar porque de lo contrario, además de haberme suicidado inútilmente, me hubiera perdido la actuación de un giri negro que canta más que bien. “¿Qué hace este tipo aquí?” – me pregunto despertando de mi letargo y con toda la estupefacción de la que soy capaz a estas horas y tras dos horas de concurso. Antes de cantar habían puesto los típicos videos con las vicisitudes semanales en la academia, en las que el tipo había osado cuestionar (medio en español, medio en inglés) la mecánica del programa porque consideraba injusto que los factores extra-musicales influyeran a la hora de juzgar a los concursantes. “Music is important!” – se le ocurrió decir, con bastante indignación, gesticulando impotente... “¡No jodas!”- fue todo mi pensamiento.

Como ya he dicho, actuó muy por encima de la media mediocre del programa y le llegó el turno de ser juzgado por El Jurado. Risto comenzó a repartir estopa sin entrar a valorar la interpretación que acababa de presenciar (“¡Coño!, si va a tener razón el negro” -me dije). Parece ser que el hecho de que el muchacho hubiese osado pensar y, no sólo eso, sino también opinar, no le hizo demasiada gracia al Juez. De hecho comenzó su ataque diciendo que quien era él para opinar sobre la mecánica del concurso… ¿¿¿¿????.... a partir de semejante premisa construyó todo su ataque. El negro no debió enterarse de nada porque de español ni papa, pero a Risto le daba lo mismo porque a él no le interesa que le entendiese el muchacho sino el público. Fue un momento lamentable. No hay nada más patético que ver a un tipo que se supone inteligente (es Juez) y que además entiende de música, defendiendo un formato como el OT y crucificando al único que parece saber cantar con algo de personalidad, por algo tan normal como es pensar por uno mismo. Hasta que grado hemos llegado cuando el público aplaude a un tipo que cuestiona la opinión individual de una persona… viendo este tipo de cosas a uno no le extraña que Hitler llegase a ganar unas elecciones…

…les comentaba lo de “Pequeña Miss Sunshine” porque el final de la película, la última media hora, está dedicada a la participación de la pequeña Olive en el concurso de belleza. La llegada de la familia hasta el hotel en donde se celebra y todo el periplo posterior, son dignos de pasar a los anales de la historia del cine. Esa familia, atípica, con todas sus expectativas puestas en un concurso absurdo, que para ellos representa, simplemente, la consecución de un reto… y el tremendo choque contra esa realidad distinta, que desconocen completamente y en la que no se saben desenvolver, que son ese tipo de concursos en donde el triunfo es lo primordial, en donde todos los valores y todos los principios se desintegran y la superficialidad humana afora sin contemplaciones. Ese tipo de concursos en los que pensar y tener opiniones propias está prohibido por ser contraproducente y dañino. Esos concursos que son la metáfora perfecta de esta nuestra sociedad, en la que la fama (nimia y efímera) es el mayor de los logros. En los que alcanzar el triunfo justifica perder los principios más elementales, prostituirse por una causa. En la película es aún más triste porque el objeto del triunfo son los hijos, niños pequeños que se convierten en simples proyectores de toda la frustración acumulada de unos padres que creyeron que para ser algo en esta vida hay que triunfar. Y yo me pregunto ¿Qué coño es triunfar?

Sólo me resta dar las gracias a Olive, esa niña maravillosa cuya esencia deberíamos guardar todos dentro, por siempre jamás. Y a toda esa familia de perdedores que, si se mira bien, son en realidad, los únicos que ganan, los verdaderos triunfadores.

12 comentarios:

La Mamba dijo...

que bueno mi Coronel. Yo he tenido el honor de presenciar el momento canuto-operación triunfo-negrata con voz y cerebro-comentario del Risto-comentario del Coronel y creo que pasará a la historia de mi vida como un " momentazo".

un beso

Juan Pablo dijo...

Uuy, justito al final me la cagaste! jajaj,
¿porqué dices que son los triunfadores? No digo que lo contrario a ellos sea necesariamente triunfador, pero sinceramente todos y cada uno de los integrantes de esa familia me repugnó.

Un abrazo Coronel.

Kurtz dijo...

Juanpa... me refiero a que son los triunfadores en la película. No se puede decir que ninguno de ellos sea un triunfador, tal y como se puede entender esto si estandarizamos el término.

Pero en la peli.... ganan, sin duda ganan.

A mí no me repugno ninguno de ellos... algunos me encantaron y por otro sentí simplemente pena.

Un abrazo

Juan Pablo dijo...

Ah ok, en la peli sí ganan. Eso te lo acepto :)

Anónimo dijo...

Más que un comentario, porque no viene al caso, es un reniego. Yo siempre me consideré una triunfadora en mi vida personal y familiar. Últimamente lo dudo. Reniego de mí. Por ser una hija puta. Por ser una mala madre y peor esposa. Por no poder quitarme de la cabeza (y lo intento, bien sabe Dios que lo intento) a alguien que conocí, que como yo está casado y con hijos.

Coronel Kurtz dijo...

El triunfo y el fracaso están separados por una tenue línea que tiene más que ver con nuestra propia percepción que con otra cosa.
Lo tuyo, anónima, tiene que ver más con la conciencia que con otra cosa. Según Freud, tu Superyo te está machacando. Yo, al Superyo de Freud le llamo "el infame que clama en mis adentros", que no me deja hacer lo que me da la gana, sin machacar un poquito.

No vas a poder huir de tu conciencia, aunque acabes haciendo lo que te de la gana. Siempre te sentirás así mientras continúes. Así funciona. ¿Qué le vamos a hacer?

Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias Coronel. ¿Sabes que me pasa? igual a tí también, cuando me ha pasado algo o tengo algo pendiente que no puedes compartir con nadie, es como una losa muy pesada que tengo encima o una sombra no sé explicarlo bien pero me hace infeliz no me deja ser yo. Y es que de esto no puedo hablar ni con él, que puede que me desahogara un poco, porque no quiere, después de estar juntos siempre dice lo mismo: "No ha pasado nada". Así que después de escribir ayer me sentí mejor. Muchas gracias por estar ahí.

Isabel chiara dijo...

Eso es lo que tenemos, operaciones de lobotomía a las que eufemísticamente llaman triunfo, grandes hermanos, y un sinfin de carajotadas para dar carnaza al que previamente han alelado.

Coincido, Coronel, que un buen canuto nos salva de las agresiones externas.

Corro a ver a la niña.

Un beso

Coronel Kurtz dijo...

No hay de qué, anónima. Puedes descargar por aquí tus frustraciones siempre que quieras, si te resulta terapéutico.

Coronel Kurtz dijo...

Hola Isabel... yo creo que algunos les hacen hasta un favor... que eso de estar pensando todo el día cansa una barbaridad. :)

Un beso

BGF dijo...

La vi dos veces seguidas, desesperada, en VO. Me encanta.

Besos!

Anónimo dijo...

Para no perderselo:

www.musica-y-musicos.blogspot.com

saludos