miércoles, 5 de diciembre de 2007

Capitulo IV

Julia no podía desprenderse de esa sensación que se tiene cuando uno nota que lo miran con insistencia. A pesar de ello, a pesar de que notaba como la mirada de aquel extraño penetraba a través de las páginas del libro tras el que se escudaba, que leía sin leer, no levanto su mirada hasta que encontró a Lucio de pie frente a ella,

-Buenas noches. ¿Le importa que me siente aquí?

Julia le miró con una expresión a medio camino entre el escalofrío y la sorpresa
-¿Perdón?

-Disculpe mi osadía, no suelo hacer este tipo de cosas pero la estaba observando y no he podido evitar fijarme en el libro que lee. Es interesante.- Lucio utilizó aquella mentira para que resultase más creíble su particular asalto. Lo que le había impulsado a acercarse hasta ella era su mirada perturbadora, sus ojos casi transparentes que en apenas esas décimas de segundo le habían transmitido tanto dolor como el que él había sufrido e infligido.

-Si, sí lo es- contestó escueta, con cierto nerviosismo y sin demasiada precisión en sus palabras.

-¿Le importa que me siente?

-No, no, adelante- Julia no sabía muy bien como reaccionar ante aquella inesperada situación pero decidió no amedrentarse. Estaba segura, aunque no sabía por qué, que aquel tipo era capaz de oler el miedo a un kilómetro de distancia y no quiso dar muestras de inseguridad.

Lucio se sentó y quedó con su mirada de tiburón fija en las páginas del libro -¿Cree usted que la inmortalidad sólo se alcanza a través de la pervivencia en el recuerdo de los otros, de los que todavía viven?- Terminó la frase con una mirada seca, directa a los ojos de ella.

-No lo sé, quizás nadie lo sepa, el recuerdo es traidor, puede acabar por deformarlo todo.

-Una reflexión interesante. Nunca dejamos de movernos por terrenos subjetivos. En mi trabajo el punto de vista es un elemento fundamental.

Omitió indagar a que se dedicaba a pesar de que aquel tipo había dejado una puerta abierta a la pregunta, o quizás precisamente por ello. Prefirió esquivar los terrenos demasiado personales. No se fiaba de él, había algo en su forma de moverse, de hablar, de mirar que le producía escalofrío. Siempre tuvo un sexto sentido muy agudo y ahora sentía como las sienes le martilleaban con más fuerza que nunca. Continuó con su discurso como si no hubiese oído.
-Se supone que el tiempo es un juez implacable, ¿sabe usted?, pero en realidad es un gran embustero porque todo lo deforma. Nunca podremos saber a ciencia cierta como fueron Mozart o Goethe en su intimidad. Su inmortalidad, como la entiende Kundera, no es más que otra mentira más; si es cierto lo que cuenta en este libro, Goethe era imbécil, midiendo cada acto por no empañar su recuerdo, por mantener su integridad a través del tiempo. Debiera haber sabido que sólo su obra puede alcanzar la inmortalidad porque está indeleble y objetivamente escrita sobre un papel- Julia hablaba con una pasión que a Lucio le parecía casi imposible porque nunca antes la había visto en persona alguna.

-Pero su obra son ellos- Objetó Lucio intentando dar pábulo.

-No necesariamente. Yo prefiero saber lo menos posible de los autores cuya obra admiro precisamente por eso… puede llegar a caerse el mito a poco que se lo propongan. Me he llevado demasiadas decepciones por querer saber demasiado. Son parte de ellos, eso lo concedo
Cayó en la cuenta de que durante demasiado tiempo había guardado las reflexiones para si misma y se sorprendió al sentirse a gusto pudiendo compartirlas con alguien que parecía entender de qué hablaba, a pesar de que todas sus alarmas se habían encendido nada más verlo, o quizás precisamente por ello. Aquello era lo más cerca que había estado nunca de una aventura, como esas que tantas veces soñó a través de las palabras de otros. Lo insólito de la situación le producía una extraña mezcla de sensaciones que no consignaba en el catálogo de su recuerdo, extrañamente excitantes.

Era un recorrido corto, de apenas una hora, el que separaba Mataespesa de la estación de Atocha; el tiempo parecía consumirse a más velocidad de la habitual, comprimía los sentimientos que parecían flotar en el aire, como si un duende los hubiera traído hasta allí y los hubiese soltado para ellos, sólo para ellos y nadie más. Y aquellos dos extraños seguían conversando sobre el libro de Kundera, embebidos ambos, uno de pasión y la otra de aventura descabellada. Ya cerca de Chamartín, Lucio le entregó una de sus tarjetas y la invitó a asistir a alguna de las tertulias que celebraran en su casa. “Lucio Cortés, Anticuario”, rezaba.
-Me encantaría poder continuar con esta conversación, se lo aseguro, pero el trabajo me llama -esbozó una sonrisa ladeada y siniestra- Le ruego que me llame. Mi nombre es Lucio Cortés, para servirla. ¿El suyo?

-Julia…-Dudó si dar su apellido, pero casi se sintió obligada, así que lo inventó- Julia Somerset
De repente se vio mintiendo, poniéndose a si misma un apellido novelesco que quizás pudiera darle más enjundia y misterio a los ojos de aquel personaje que parecía sacado de una novela negra y que ahora veía alejarse con paso decidido por el pasillo de aquel tren de cercanías, enfundado en su largo abrigo y ajustándose los guantes de piel con gesto de matón de película. Estaba segura de que le llamaría.

****

Unos vagones más allá alguien pudo oír, según declaró poco después a la policía, algunos ruegos murmurados, un par de zumbidos como de insecto, el seco crujir de un cuerpo contra el suelo y una sombra deslizándose por entre la oscuridad de un andén desierto.

Julia caminaba entonces camino de una oficina en la castellana, embriagada de aventura, con una tarjeta entre sus manos y una sonrisa colonizando todo su rostro, a pesar de que el frío luchaba por ser el único protagonista de aquella madrugada invernal.

10 comentarios:

Ninotchka dijo...

Sí, me ha gustado. Espero que puedan conocerse un poco más Julia Somerset y Lucio. Me gusta eso Somerset. Tengo mucho sueño asi que me voy a dormir, mando las buenas noches*

Kurtz dijo...

Yo sólo puedo darte los buenos días porque me fui pronto a la cama y he amanecido temprano.
Creo que sí, que se conocerán algo más. La historia comienza a tomar sus propios derroteros.

Anónimo dijo...

Coronel veo que los días del puente han sido productivos. La historia de Lucio avanza, con ese tinte negro que nos esperabamos y con pinceladas violetas que no eran tan esperadas. Ya tengo a Mataespesa en mi inventario personal de lugares imaginados. Aqui quedo a la espera de giros inesperados en su historia.

Kurtz dijo...

Querida Funámbula: Me temo que mi puente ha sido más productivo que el tuyo pero también bastante más corto. Trabajé Sábado y Domingo. Apuesto a que has estado toda la semana de viaje... :)

Anónimo dijo...

Este Lucio es peligrosamente morboso hum.....Señor Coronel me gusta su personaje.

Kurtz dijo...

Bienvenida Anastasia. Te gon que informarte (me veo en la obligación de ello), que el tal Lucio no es en absoluto recomendable ni como oscuro objeto del deseo ni como objeto de ósculos. :)

Anastasia dijo...

Hum gracias Coronel por el consejo, pero tengo que decirle que precisamente los óscuros obejetos de deseo son siempre ¿oscuros?:) por eso son nuestros más ocultos-oscuros deseos.

Kurtz dijo...

No cabe la más mínima dura de que oscuros son :)
Yo sólo trataba de advertirte. Es un tipo muy adictivo.

Anastasia dijo...

Sus historias también, bien narradas como es el caso.
Gracias por sus consejos señor Coronel.

Kurtz dijo...

Gracias Anastasia. Un saludo