jueves, 4 de septiembre de 2008

El fantasma de mi lugar

Llevo conviviendo con él desde hace más de quince años. Concretamente desde la primera noche que pasé en esta, mi casa, que no siempre fue mía.

Me mudé a este caserón, semi asilado en mitad de la peña de Francia, cerca de un pequeño pueblo llamado La Alberca, en busca de reflexión y pausa. Iban a ser sólo unos meses, de bálsamo contra el estrés, de fuga a lo bucólico, pero este lugar me atrapó y, ante la incomprensión de propios y extraños, ya no he podido regresar a Madrid. He seguido trabajando como consultor freelance pero ya apenas acepto trabajos, ya apenas me llaman; mi teléfono se ha ido apagando poco a poco y confieso que sólo he sentido alivio, cada vez más claro y evidente. Lo poco que gano me permite vivir sin grandes lujos, aunque es cierto que con mucho más, en Madrid, sólo sobrevivía… un sucedáneo para los no iniciados pero ¿quién se lo explica?

Julián –ahora sé que se llamaba así, o ese fue su nombre cuando vivía- aparece cada noche para sentarse en el sofá de mi salón. Se queda horas con la mirada perdida en escenas de un pasado que ya sólo existe para él, sin siquiera reparar en mi presencia. Se marcha al despuntar el alba; sale de la habitación con paso cansado y desaparece entre la oscuridad clareada del amanecer. Lo cierto es que es un fantasma bastante aburrido, no produce desasosiego, ni congela el aire cuando pasea, ni nada parecido a todo aquello que uno se imagina cuando piensa en seres venidos del más allá o que no llegaron a abandonar del todo el más acá.

Hace ya años, al principio de estar aquí, consulté los archivos del municipio para saber de aquellos que habían vivido en mi casa antes que yo. No tuve que remontarme demasiado porque, aunque la casa tenía más de cien años, el inquilino que buscaba había vivido en ella hacía apenas quince. En la hemeroteca pude encontrar su foto en un articulo de prensa local: Julian sonreía satisfecho junto a una enorme calabaza que según rezaba el titular había pesado más de quince kilos. Sin duda era él.

Preguntando aquí y allá averigüé que su vida había transcurrido sin sobresaltos. Fue agricultor, se casó joven, tuvo dos hijos y pocas veces se alejó de su casa. Quisiera poder decir algo más de él pero su existencia fue de lo más vulgar, como lo es su fantasma… un auténtico coñazo.


8 comentarios:

Makiavelo dijo...

Tal vez Julián espera que otro le releve en lo de plantar calabazas.

Saludos.

Kurtz dijo...

Hola Makiavelo. Pues ahora que lo comentas no lo había pensado pero es una buena hipótesis.

Un saludo

Anónimo dijo...

los fantasmas son ineludibles, nos persigues aunque viajemos

Coronel Kurtz dijo...

Y los hay muy, pero que muy, coñazos, mari.

¡Alegría de leerte, again!. En serio

Gi dijo...

A mì me parecieron dos fantasmas...
Un beso, coronel

Gi dijo...

Permiso Coronel: MAriiii! Volviste????

Kurtz dijo...

Luz: Seguro que apoco que rasques te encuentras con seis o siete más :)

Besos

Isabel chiara dijo...

Y si se alojó para suplir las carencias del pobre Julián? De todos modos hay tantos fantasmas rondando que alguno tenía que ser un coñazo, no?

besitos