Cojo el coche y me dirijo a toda velocidad hacia ninguna parte, porque sí, porque hoy me apetece conducir a toda hostia, sin rumbo y con la música a todo volumen. Concentro mi mirada en la carretera y dejo que la música me envuelva, no es música para ir viendo el paisaje, es música para derivar hacía el salvajismo incivilizado de ráfagas de largas tras de mí. Directa al difusor de adrenalina, sin más contemplaciones que el momento de una mano en el volante y otra en el cambio de marchas, de cambios a 7.000 vueltas, de combustible y aceite quemados a más velocidad de la habitual. Ya lo decía un amigo… “A estos coches hay que apretarles de vez en cuando porque de lo contrario se amariconan y acabas escuchando a Sting camino de algún lugar al que no tienes ningunas ganas de ir”.
sábado, 13 de octubre de 2007
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4 comentarios:
En el de mi padre se escuchaba a Ana belén y Mocedades... jajajaajaj
Eso sí que debía ser adrenalina...
No corras tanto que te vas a ostiar.....eso es lo que le pasa a los protas de la canción de Offspring.
Germánico, si no existiese un riesgo no tendría gracia ni habría adrenalina.
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