jueves, 29 de noviembre de 2007

Sobre cerdos, casualidades y causalidades II

Continuamos viaje de milagro o quizás no tanto, juzguen ustedes. Parece ser que Chicago sucumbía bajo una tormenta de dimensiones apocalípticas. Este detalle carecería de la más mínima importancia de no ser porque nuestro vuelo hacía Denver partía desde allí y el susodicho fenómeno lo había retrasado cinco horas. Este tipo de detalles suelen cabrear bastante al viajero al que no le queda más remedio que resignarse y esperar a que la tempestad, nunca mejor dicho, amaine. El caso es que cuando viajas como responsable de un grupo, como era mi caso, tu labor fundamental consiste en solucionar los marrones que vayan presentándose a lo largo del itinerario. En estos casos, además de cagarte en la puta, te entra a ti mismo una especie de cangelo indescriptible, una especie de escalofrío que va subiendo desde el mismísimo recto directo al cerebro, lo embota, y regresa, el muy hijodeputa, para quedarse agarrado en garganta y estomago.

La situación en cuestión era más o menos la siguiente: Yo, en el mismo centro del culo del mundo, es decir Death Moines, con unos cincuenta veterinarios, recién salidos de unas conferencias sobre cerdos, deseosos de llegar a Las Vegas para cogerse un pedo mayúsculo y con un panel de información frente a mí en el que me indicaba que el vuelo procedente de Chicago y con destino Denver, lugar de enlace para nuestro definitivo vuelo a Las Vegas, llevaba un retraso de cinco horas, hecho que significaba, de por sí, el peor de los marrones que puede encontrarse ante sí un guía organizador, como era mi caso. El asunto es que ese retraso no significaba llegar más tarde a Las Vegas, significaba directamente no llegar y perder todo el tren del viaje que andaba totalmente ajustado en los tiempos. Significaba tener que buscar un alojamiento en Death Moines para toda la recua, aguantar sus quejas, reorganizar a toda velocidad el resto del viaje y perder a mi cliente, un laboratorio que tenía a bien facturarme unos cuantos milloncejos al año en viajes de características similares al que nos ocupa. Al día siguiente, además, a primera hora estaba prevista la excursión estrella del viaje que consistía en un vuelo en helicóptero sobre el gran cañón con parada incluida en un lugar pintoresco y un rafting posterior por el río colorado partiendo de la presa Hoover. Y yo con el cerebro embotado sin poder pensar con demasiada soltura o, por lo menos, no con toda la necesaria en estos casos.

La providencia es lo único que te queda en estos casos cuando el hecho te sucede en lugares como España, India, Zimbabwe, República Dominicana, Cuba o cualquiera otro de esos lugares en donde impera el “no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana”. Pero amigos, estábamos en USA, territorio forjado sobre el sudor y las lágrimas de sufridos colonos para los que el marrón que a mí me acuciaba no era más que una gilipollez en comparación con todo lo que tuvieron que pasar durante la conquista del salvaje oeste. Tras informar a la encargada de la compañía aérea, más que informar de rogar en todas las posturas imaginables, se puso en marcha la implacable maquinaria americana y comenzaron a aparecer personal de la compañía, policías y maleteros. Como el retraso había afectado a todos los vuelos procedentes de Chicago, tomaron la decisión inmediata de parar el anterior vuelo que se estaba preparando para despegar y hacerlo esperar en pista hasta que la legión que había salido de no se sabe muy bien donde facturó y revisó (uno a uno) todos nuestros equipajes. Cuando una hora más tarde embarcamos en el vuelo que pacientemente había esperado, incrementando su ya importante retraso, el pasaje presente nos ovacionó con cierta sorna. Pero a mí eso… ya me daba igual. Un alivio repentino recorrió mi espina dorsal cuando ocupe mi asiento después de comprobar, como buen pastor, que ninguno de los de mi recua se me había despistado. No pudimos evitar, en cualquier caso, perder nuestro enlace en Denver pero ese ya era un problema menor porque aquella adorable muchacha, angel salvador a la que siempre tendré presente en mis oraciones, se había encargado de reservarnos, facturarnos y proveernos de tarjetas de embarque para el siguiente. El terrible marrón de imprevisibles consecuencias había acabado por convertirse en un simple retraso en nuestra hora de llegada a Las Vegas… y así continuó nuestro periplo por tierras americanas. God Bless America... even in Iowa.




7 comentarios:

Germánico dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Germánico dijo...

Cuando uno organiza una cosa tan complicada como un viaje con varias paradas y tiempos ajustados depende de innumerables variables. Para empezar depende de que todo funcione como la seda en los servicios que uno ha contratado, y luego hay que contar con esos imponderables de la climatología y demás fenómenos naturales, así como el puro y duro azar.

Y todo para cogerse un pedo de aupa y gastarse algunos dólares en el Casino.

Verdaderamente el centro de la tempestad es organizar una cosa de esas. En él uno no tiene poder ni control, y es llevado por fuerzas superiores a un destino que no podía planificar de antemano.

Es todo un milagro que al final, pese a todo, las cosas salgan BIEN.

Muy bueno.

Kurtz dijo...

Gracias German. Que me vas a contar que yo no sepa :)

Mad Hatter dijo...

¡Alucinante Coronel! Mis suegros son de Iowa, pero no de Des Moines (la capital del Estado del maiz y los cerdos, efectivamente). Pero sí, lo que hace de USA un gran país es que allí suele funcionar el lema: "Cuando trabajes procura servir bien al prójimo para que él haga lo propio cuando sea a él al que le toque servirte a tí".
Saludos Coronel.

Kurtz dijo...

Lo de Iowa es una nueva casualidad, Hatter. hace honor al título del relato. Si te has leído la primera parte sabrás que parte de la culpa de esta historia la tienes tú. ¡Qué curiosa es la vida!
Lo que les pasa a los norteamericanos es que conocen el concepto de calidad total y... lo aplican.
Un saludo

Mad Hatter dijo...

Gracias por el recordatorio de la primera parte, no lo había leído ¡Francamente curiosas e increibles las coincidencias!
Si te interesan cosas de mi viaje de este verano a Iowa y Wisconsin, con relato de boda americana incluido, te recomiendo que revises mis entradas de los días 1, 2 y 3 de agosto de este año, creo que te gustarán.

Kurtz dijo...

Lo haré, Hatter. Hoy mismo