jueves, 15 de noviembre de 2007

Sobre cerdos, casualidades y causalidades

No era un viaje de placer, viajaba acompañando a un grupo de veterinarios que habían sido invitados por un poderoso laboratorio en pago por sus inestimables prescripciones. Así funciona la cosa, no vayan a creerse otra cosa. El viaje se componía de tres etapas: Ames (Iowa), Las Vegas y San Francisco.

La primera parada, Ames, cerca de Des Moines, también conocido como Death Moines, quién sabe por qué, era el aparente motor del viaje ya que en este lugar, perdido de la mano de dios, se celebraba por esas fechas una feria que versaba sobre el siempre interesante tema de los cerdos. Los veterinarios daban palmas con las orejas pero lo cierto es que no dejaban de pensar en Las Vegas y en el cacho de pedo que se iban a pillar en cuanto llegaran. Muy probablemente cogerse un pedo en Ames era el equivalente a un suicidio, así que nadie lo intentó y todo el mundo pasó el trámite de la mejor de las formas posibles, serenos y con paciencia.

En Estados Unidos, como es de sobra conocido, todo es a lo bestia, eso quiere decir que si eres veterinario y quieres entorno rural, vacas, cerdos, paja, legumbres o campos de avena, por ejemplo, te vas a Iowa y te das cuenta de inmediato que todo lo que viste antes en tu pueblo era una mariconada comparado con lo que allí se puede observar. Grandes y extensos campos en un clima extremo, un paisaje natural y humano tal y como uno lo pudo haber intuido viendo la siempre maravillosa Una historia verdadera de Lynch, que es la primera que me viene a la cabeza, entre otras cosas por retratar con exactitud impecable los campos de Iowa y, de paso, la América rural y profunda, la que no aparece en ningún póster turístico.

El hotel en el que nos alojamos, y del que yo prácticamente no me moví, se llamaba Country inn & suites. Lo de country es imposible que pueda ser más cierto; lo de suites no dejaba de ser un elemento retórico de esos que tanto gustan por aquellas latitudes; el marketing, ya se sabe, es implacable con los matices y ya que te pones a ello, si haces algo, lo haces bien; y aunque el producto (en forma de inn) esté en el culo del mundo y no vaya a ser utilizado más que por parejas en busca de desfogue ocasional o veterinarios extraviados cumpliendo un trámite, también ocasional, como buen vendedor de sueños debes adornar el nombre con algún que otro elemento que pueda introducir glamour; y así quedas en paz contigo mismo, con el implacable marketing y con Hollywood. Nadie se quejará… ¿alguien vio alguna vez a una pareja furtiva o a algún veterinario quejarse?

Durante los dos días que me tocó pasar en tan glamoroso lugar, acudí a desayunar, comer y cenar siempre al mismo sitio. Me fascinó tanto la primera vez que le puse el ojo encima que ya no quise probar otro. Era el típico local de carretera con ventanales a un amplio parking para unos tres mil coches y en el que sólo había cinco o seis; no faltaban las camareras cuarentonas y yo no podía dejar de imaginarlas, con morbo enfermizo y calenturienta imaginación, follando en la despensa, con la falda subida y el escote entreabierto, entre latas de frijoles y botes de mostaza Heinz. Desayunaba, comía y cenaba, con esa inevitable visión, huevos con patatas y bacon, hamburguesa o filete, cocacola, café infesto y donut o tarta del día. Era como si de repente me hubiese transportado, por azares inciertos del destino, a la mitad de un lugar que sólo hube imaginado a través de otros y que nunca soñé palparlo más allá de una canción o una imagen en una pantalla. Así como hay lugares que cuando los ves en un documental, o una película, o escuchas de ellos en la letra de alguna canción, te dices, “ahí tengo que ir yo”, del mismo modo, yo jamás hubiera imaginado, ni en el más remoto de mis pensamientos, que iba a acabar pasando un par de días de mi existencia en el inhóspito Ames y, mucho menos, liderando un grupo de veterinarios que acudían a una feria porcina, que en realidad les tocaba un pié porque a lo que iban era a pasárselo teta en Las Vegas y San Francisco. Pero así funciona el caprichoso destino.

Voy a confesar algo que también tiene que ver con las caprichosas leyes del azar: Cuando comencé a escribir lo quería hacer sobre la preciosa San Francisco pero, como ya he indicado, todo en este mundo es fruto de la causalidad, la casualidad o una combinación de ambas, y este artículo, tal y como se presenta, surgió cuando me estaba ilustrando para el motivo original, revisando un libro de fotografías de San Francisco, firmado por Peter Lik, que compré en el famoso Pier 39, durante este mismo viaje. Se me ocurrió revisar el libro porque recordé el Rowland, mi garito de copas de cuando vivía en Madrid, escuchando un tema de Thin Lizzy en el blog jam de Ninotchka. Esta asociación de ideas se produjo porque en otro local del mismo muelle compre el poster de Gimme shelter que regalé al Nano (precisamente dueño del Rowland) y que ahora puebla una de sus paredes, todo un honor para mí. Pero ahí no acaba el asunto, el caso es que cuando he empezado a escribir, he querido buscar un punto de inicio más allá de la propia ciudad que pretendía describir y me he remontado al inicio del periplo. Entonces he recordado que ayer leí un artículo de Mad Hatter sobre paletos universales y country, que me gustó bastante, y además andaba escuchando a este tipo que pueden ver y oir a través del reproductor, que aunque es de Toronto, yo lo tengo asociado en mi imaginario a ese paisaje americano que trato de describir. Y así, amigos, es como se comienza queriendo escribir sobre San Francisco y se acaba escribiendo sobre Ames (Iowa).

Otro día, seguiré con el periplo, por hoy ya me he exprimido demasiado la memoria… demasiado, creánme.



9 comentarios:

Germánico dijo...

Magistral, verdaderamente magistral, de principio a fin, Coronel.

La américa profunda aparece bastante en el cine, así que si alguna vez estás en ella de verdad la sensación debe ser la de vivir una ficción alucinante.

Creo además que Hollywood ha usado esta américa con especial énfasis en su cine de terror. ¿Podria uno experimentar miedo allí?....el caso es que no es lo que sucede, si nos atenemos a los hechos narrados por Capote en "A Sangre Fría". La gente que finalmente fue asesinada absurdamente vivía feliz con las puertas de la casa abiertas de par en par, con las llaves del coche puestas. No pensaban que la muerte iba a llegar en forma de presidiarios codiciosos y psicópatas.

Los Estados Unidos son gigantescos. Todo se hace a lo bestia porque tienen tierra para aburrir.

Miss.Burton dijo...

Me encantó la peli de Linch, pero me quedo con la peli que nos trae ud hoy, que es brutal.... Un poco Bukosky, le ví a ud en esa cafetería llena de cuarentonas e irrealizables fantasías, o fueron realizables??¿¿ Después, me río con lo de los desfogues clandestinos y los veterinarios que parece se vuelven locos por el olor de la tierra, no se, me suena a peli de terror, tipo Stphen K... y para acabar, se hace ud una relación de lugares-sensaciones-músicas y todo lo que le viene a la cabeza, y le queda realmente brillante. Así que, oiga, encantada quedé, y la verdad es que ese ritmo que tiene de escribir tan fresco, también es una escuela buena dónde quedarse...
Un besazo fuerte, y oiga, muchas gracias por sus palabras a mi persona... esa persona que está ahí, ahí, al nivel cabraloca, tipo ud...

Kurtz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Kurtz dijo...

Gracias, Germánico, gracias.
Es cierto que Hollywood ha utilizado la América profunda con especial énfasis en el terror pero también se han hecho grandes pelis reflejándola como lo que es. Ahora no recuerdo ninguna aparte de cowboy de medianoche, la de la canción de Nilson,Thelma y Louis y la ya mentada. Y como no estoy mentalmente preparado para buscar datos, nos quedamos con esas para ilustrar el ejemplo.
La mayor exageración de EEUU es la siguiente parada del periplo de la recua: Las Vegas. Es tierra y much, mucha pasta. Pero eso lo dejaremos para más adelante.

Delirium... ¿qué decirte?. Lo de las camareras es una de esas fantasías, no consumadas, que uno porta en su imaginario particular. Me imagino que si hubiera consumado se me hubiera caído el mito así que prefiero que se quede como está.
Un beso... ya la encuentro mejor de ánimo y me alegro.

Anónimo dijo...

Coronel como me gusta su trama tejida con hilo fino (aunque por el tema podriamos hablar de soga gruesa), ese ir y venir y deambular con sus palabras de aqui para allá es tan atrayente que una termina tomando el café en cualquier bar de carretera de la route 66, esperando que esos camioneros de brazos fornidos la digan cualquier guarrada y entonces, una tan fina, se hace la molesta aunque en el fondo agradece que aun levante "egos" por el mundo. Fíjese a dónde he llegado yo después de leer su estupenda anotación. Esa película de Lynch la tengo muy pendiente, me parece imposible que se me haya pasado, pero asi es, supongo que cuando la estrenaron no pude ir y después me olvidé de ella, prometo que en tres semanas como mucho la veo y ya le contaré si mueve mis cimientos de la misma manera que lo hizo "Blue Velvet".
Por cierto que Des Moines me ha trado al recuerdo a un amigo muy especial, teniamos una especie de pacto secreto y esa frase "Iowa, capital Des Moines" podía significar cualquier cosa dependiendo del contexto...¡Qué tiempos!

Kurtz dijo...

Querida funambula: Seguro que no necesitas irte a EEUU para que te digan barbaridades. Aquí tenemos auténticos expertos también y de todos es sabido, que a pesar de la pretendida ofensa, suele gustar. A más de una he oído yo quejarse amargamente por pasar ante una obra y no recibir su consiguiente ración de burradas.
La peli de Lynch... no tiene nada que ver con nada de lo que uno pueda imaginar de Lynch. A mí me sorprendió y la música... no te la pierdas. Si no lees a Murakami, créeme que lo entenderé, pero si no ves la peli, me enfado.
Me alegro que te gustara el artículo y que te trajera recuerdos agradables

Anónimo dijo...

Entre todos los extraños de la noche me quedo con usted Coronel Kurtz; claro, que ya no es usted tan extraño*

Kurtz dijo...

Has hecho una elección excelente, querida Ninotchka. :)
tú no me resultaste extraña nunca.

Anónimo dijo...

:)